21 diciembre 2011

El sexo en casa

"Menina" Acrílico s/lienzo de Xabier Pérez.
En mi casa, cuando niño, éramos seres angelicales. Todos. El sexo como tema de conversación,  su sola mención, eran tabúes. Por allí pululábamos siete hermanos de ambos sexos (nótese que no digo "hermanos y hermanas"; parecería que me dirigiera a los asistentes a algún oficio religioso) y, a la vez, de facto, asexuados.

Con estos mimbres, el cesto fue que me fui enterando de cosas gracias a un escritor francés. No es que mantuviera correspondencia con él y en cada carta le presentara un listado de dudas, no. Además, él había fallecido muchos años atrás. El caso es que yo contaba entonces trece años pero no así con las trescientas diez pesetas que tuve que pedir a mi madre para comprar un lote de libros (cinco; gastos de envío incluidos) que venían anunciados en la revista Teleprograma, en la última página. Los libros eran: "Germinal", "El vientre de París", "La taberna", "La confesión de Claudio" y "Teresa Raquin". Autor:  Émile Zola, escritor amigo de los pintores impresionistas -al menos de algunos de ellos- en el París de finales del s. XIX.  Et voilà, aquello fue un dos pájaros de un tiro para mí; pintura y sexo, dos magnitudes que me abrumaban ya. Y hete aquí que, por mi cuenta y riesgo, también yo me hice amigo de monsieur Zola -a título póstumo, como decía-, y así fue que supe , entre otras muchas cosas, que todos éramos titulares de una poderosa maquinaria de procreación y de placer (mis hermanos y mis padres también, los muy cucos), extraña palanca que movía mundos y voluntades.
La calidad de mi sueño mejoró notablemente.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Hay dos hombres en el interior del artista, el poeta y el artesano. Se nace poeta y se convierte en artesano.
E. Zola

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...